Ella tiene la piel del color de la Tierra y los ojos del color del Mar. Sus cabellos castaños reflejan la luz del sol ahora que comienza a esconderse un día más. Ella siempre ha estado rodeada de salitre y arena. Ella, a menudo dicen en el pueblo, nació en y del mar.El océano interminable se divisa a lo lejos, ningún barco a la vista, ni siquiera los pesqueros que salen a faenar cada día.
Se hace tarde pero ella… ella sigue allí, sentada sobre la gris y fría roca cual si fuese una sirena esperando al momento justo en que ya es estrictamente necesario volver al agua y mojar sus aletas, así como ella ahora moja sus pies mientras chapotea, mientras las pequeñas y débiles olas rompen sobre su piedra.
El sol se despide tras el horizonte, el cielo se transforma, abandona los tonos anaranjados… amarillentos… para llegar a esos tonos rosados, casi violáceos que tanto le gusta contemplar.
Y el silencio llega al puerto, al pueblo entero. No queda ni un alma por las calles, sólo algunos gatos, comienza a hacer algo de frío y el olor a comida inunda cada rincón de cada estrecha calle escapándose por todas las pequeñas ventanas.
Ella no quiere volver a casa aún, no hay prisa, nadie la espera, nadie está preocupado de que se haya hecho tarde y no regrese, nadie le habrá dejado un plato caliente al llegar a casa, nadie le hará compañía esta noche, ni ninguna otra… en su pequeña chabola.
Así que se queda allí, sentada, contemplando la luna mientras llora, sin saber muy bien el porqué, simplemente llora porque tiene ganas, porque las lágrimas luchan por salir e inundar su marina mirada. No está triste ni tampoco alegre, nadie la ha herido recientemente, solamente llora y se abraza a sus suaves rodillas, toca las diminutas gotas que ahora reposan en su dorada piel, las recoge con sus dedos, las mira, algunas las saborea y otras las devuelve a donde pertenecen. A donde ella pertenece.

DaRk_AnGeL
26 – Junio - 2008
[Para el Cuentacuentos con la Frase de Sharon]