viernes, 1 de abril de 2011

Todo el mundo tiene un ángel

Todo el mundo tiene un ángel.
Un guardián que nos cuida.
No sabemos qué forma tomará.
Un día es un viejo. Al otro un niño.
No dejes que las apariencias te engañen.
Pueden ser tan feroces como cualquier dragón.
No están aquí para luchar nuestras batallas.
Sino para susurrarnos desde nuestro corazón.
Recordándonos que somos nosotros,
todos nosotros los que tenemos el poder
de los mundos que creamos.


¿Quién honra a esos que amamos toda nuestra vida?
¿Quién envía monstruos a matarnos
y a la vez predica que nunca moriremos?
¿Quién nos enseña qué es real
y cómo reírnos de las mentiras?
¿Quién decide por qué vivimos
y qué morimos defendiendo?
¿Quién nos encadena
y quién tiene la llave que nos libera?
Eres tú, tienes todas las armas que necesitas.
Ahora, lucha.

lunes, 27 de abril de 2009

LAS PALABRAS LLEGARON

Las palabras llegaron, como si tal cosa, cuando dejó de buscarlas.

Al principio era un susurro imperceptible a cualquier oído de este mundo, inclusive a los más agudos, era una esperanza callada, un sentimiento tan oculto que ni tan siquiera conocía quien lo guardaba.

Con el paso de las semanas se fue haciendo más audible, la persona que intentaba retenerlo se dio por vencida y dejó de luchar contra su corazón, dejó que su mente se adueñara también de ese secreto.

Así, poco a poco, días tras día, el sentimiento se hizo mayor y tan fuerte que dolía en el pecho al pensar en ello, que era casi imposible de esconder ante las miradas de quienes le rodeaban…

Hasta que un día cualquiera, tal como podría ser el día de hoy, algo explotó en su interior, explotó sin previo aviso, sin orden ni coordenada, pillándole de sorpresa a todo el mundo, incluso a él.

Ruido de golpes en el cristal, Salia se levanta entre asustada e incómoda por el repentino despertar, se acerca sigilosamente a la ventana cuyas persianas dejan entrever que el sol ya ha salido.

Salia nunca fue una muchacha popular allá donde estuvo, ella pasaba desapercibida ante el mundo que la rodeaba, ante los adultos, ante la gente de su edad, ante sus padres obsesionados con su hermano pequeño…

Salia hacía mucho tiempo que había dejado de buscar cualquier indicio de cariño, de apoyo, de amistad, de amor. Se había dado por vencida ante la vida que le había tocado vivir, una vida que pasaba sin pena ni gloria.

Levanta un poco la persiana, esperando que, si fuese un ladrón, ello lo ahuyentaría. Afuera no se oye ya nada, los ruidos contra el cristal han cesado.


Se oye el ruido de una ventana abrirse, Jorge se sobresalta y se tambalea la escalera sobre la que está situado, se tambalea tanto que está a punto de caer y darse un buen golpe contra el suelo.

Una mano caliente le agarra desde la ventana, unos ojos marrones sorprendidos le observan sin entender nada. Retoma su posición sobre la escalera y, con el susto aún metido en el cuerpo, se acerca a su improvisada salvadora.

“Gracias, Salia”
“De nada Jorge”
Y antes de que pudiera preguntar a aquel chico que compartía con ella clase de Literatura Avanzada, al que apenas conocía, qué demonios hacía allí arriesgando su vida una mañana cualquiera del mes de Abril, con el sol recién asomado a un nuevo día…

Jorge se pone de puntillas con cuidado sobre la escalera que sigue sujetándolo y la besa. La besa como si el mundo se fuese a terminar, por primera vez como si fuese la última, y al separarse la mira sorprendido. No pensaba ser capaz de hacerlo, ni pensaba que ella se dejaría besar, y menos aún, que tal y como están ahora, Salia le abrazara tan fuertemente contra su pecho.

“Te quiero” susurra Jorge al oído de la muchacha, y aquellas palabras que nunca pensó que llegaría a escuchar se clavaron en su mente en aquel momento, y en muchos más.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Este otoño especial

Cuando me quise dar cuenta, era otra vez otoño, pero era un otoño diferente el de esta vez, es un otoño diferente desde que te encontré.
Al frío que intenta colarse entre mis ropas y entristecer mi semblante le costará más que nunca llevar a cabo su misión ahora que tú me das calor y alegría.
Las hojas veo caer e incluso lo encuentro bello si eres tú quien camina a mi lado disfrutando de tan bella ilusión, y las hojas caen y caen… en un baile que no cesa.

La gente pasea abrigada, tapada hasta las orejas, el otoño viene más duro cada vez… yo paseo a ti abrazada y deseo permanecer así cuanto pueda, este otoño y el que viene, y los siguientes que vendrán.
Has logrado en mil ocasiones, con solo mirarte, alegrar mi alma y mi corazón.

Gracias por todo, por estar aquí y ahora conmigo, y por hacerme ver que sientes por mí lo mismo que yo siento por ti.


Para Jagoba De Leticia

[3 de Noviembre del 2008]

lunes, 15 de septiembre de 2008

En un minuto

Todo sucedió en un minuto, aún lo recuerdo borroso, distante pero cercano… Una habitación oscura, un nuevo día comenzando para millones de personas y terminando para ti y para mí. Unas sábanas desconocidas, una cama ajena, una oscuridad abrumadora y tú a mi lado, tumbado, tan cercano… que todo alrededor pasó a un segundo plano en cuestión de segundos.
Tus manos en mi cara, mis manos en tu piel, me abrazaste y caí rendida, y lloré, y me dejé llevar, y me emocioné, y me hundí… y sentí mil cosas todas seguidas y a la vez, y no supe qué iba a suceder pero por una vez no temí, no me acobardé y me quedé a tu lado, al calor de tus brazos que me aportaban aquello que nunca me atreví a pedir, me leíste el pensamiento y me diste lo que tanto necesitaba sin mencionar apenas palabras.

Un minuto y todo cambió, me dormí acurrucada sobre tu pecho mientras respirabas el aroma de mi pelo junto a tu rostro.
Y el sueño llegó, llegó otro mundo, otro lugar, otra habitación, otras manos, pero tú a mi lado. No sabía dónde estaba en mi sueño pero me sentía más segura, notaba tu calor arropándome al otro lado del muro que ahora se abría entre lo real y la fantasía, que aún me separaba de conocerte de verdad. Salté el muro y desperté, no del todo … “Aún te quedan unos pocos más por saltar” me susurraste.



DaRk_AnGeL
[15-Septiembre-2008]

martes, 2 de septiembre de 2008

El último adiós (Si de mí dependiera)

“Si de mí dependiera, rebobinaría, como poco hasta esta mañana, y volvería con algunas flores” pensó Milo mientras miraba a su alrededor… las manos sudorosas y extremadamente sucias en alto sujetando un arma, la camisa blanca a rayas volviéndose roja por momentos, un montón de agujeros apuntando hacia él tras hombres y mujeres uniformados que no se perdían ni uno sólo de sus pestañeos. Dispuestos a disparar, a atraparlo… y Milo sólo pensaba en esas flores que dejó sin comprar cuando caminaba hacia el trabajo aquella mañana a las 7:20. No tenía sentido alguno, en ese momento se sintió confuso, sin saber muy bien qué había sucedido desde ese momento que ahora recordaba tan lejano…

Intentó recordar… prácticamente en vano, los recuerdos le dolían, le escocían en la herida que seguía sangrando desde su hombro izquierdo. Las manos ya le pesaban y las bajó poco a poco, los policías se inquietaron casi simultáneamente, parecían protagonistas de un ballet, movimientos cortos, sencillos, coordinados… bellos.

Cerró los ojos y vislumbró en su mente el rostro demacrado de un vendedor tras su desolado mostrador, le tendía en una mano aquella pistola que ahora mismo Milo sostenía aún fuerte en su mano derecha, dispuesta a disparar y comenzar el caos de un momento a otro. Pero mejor era esperar… los segundos pasaban lentamente, cada uno parecía una eternidad… la gente rehuía la escena, algunos pocos curiosos cuchicheaban desde detrás de la línea marcada por la policía.

Milo no abrió los ojos, seguía haciendo esfuerzos por recordar el comienzo de todo lo que estaba ocurriendo. Vio una pelea con una mujer hermosa, escuchó un grito desgarrador y alguien le disparó en la lejanía, no pudo verle el rostro.
También vio una nota sobre papel amarillento pequeña, escueta, escrita a cargo de una mano temblorosa cuyo trazo era algo difícil de leer. Apretó los ojos con fuerza, casi le dolían y pudo releer aquella nota:
“No me volverás a ver, me marcho para siempre. No venga
s a buscarme”

Sus ojos azules se inundaban despacio pero concienzudamente, él nunca lloraba pero aquello había sido demasiado. Claro que iría a buscarla, claro que intentaría aclarar las cosas… difícilmente, pero el problema es que él la quería, y ella aún a él, a pesar de los pesares.


A un lado el Ayuntamiento de la gran ciudad, al otro uno de los múltiples bancos que habían conseguido hacerse un hueco en ese complicado mundillo empresario, ventanas estrechas y altísimas, desde el suelo hasta el cuarto piso toda una cristalera permitía ver el interior, cada despacho que daba a la calle, cada trajeada persona pegada a los ventanales observando la escena que transcurría a tan pocos metros, en medio del cruce. Una de aquellas personas permanecía pegada a su enorme ventanal, con su traje bien planchado, su pelo delicada y perfectamente peinado, su hermosa sonrisa oculta en una expresión de horror y llanto, llanto inundaba sus ojos. Milo la miró solamente durante un segundo e, instintivamente, quiso acercarse y rozar aquella mejilla que estaba sufriendo, pero sabía que no podía. A cada paso que dio los policías le gritaban que se detuviera… así que lo hizo, se detuvo, alzó su mano izquierda llena de sangre y saludó a aquel ángel que lloraba tan cerca y, a la vez, tan lejos de él.
Ella le devolvió el saludo y se alejó corriendo del cristal. Milo acercó el arma a su cara y suspiró, sollozando como no lo había hecho jamás en toda su vida, lloraba derrotado, cansado, desolado, acabado… sus dedos se movían rápido de repente. Un policía, con pinta de ser el superior del resto, le gritaba que no hiciera locuras, que tirase el arma y nadie saldría herido.
¿Herido? Él ya lo estaba, le dolía el ho
mbro, le ardía el corazón en el pecho, le costaba incluso mantenerse en pie pero lo hacía. Apretó un poco el gatillo puesto sobre su frente y todo quedó en silencio en medio de un incesable caos sonoro.
Se abrió una puerta con un fuerte golpe y ella salió del edificio corriendo justo a tiempo para ver como el sonido del disparo retumbaba en cada centímetro de cada ventana de cada edificio cercano. Gritó, su alma se desgarró, dos policías la sujetaron por ambos hombros y la dejaron caer de rodillas sobre el suelo de gravilla.

















Se lo dedico a Jago por ser quien me ha dado prácticamente toda la idea. ¡Gracias nene!

DaRk_AnGeL
2 de Septiembre de 2008
[Frase de HÉCATE]


miércoles, 20 de agosto de 2008

Eres un ángel...

EMPIEZA HABLANDO ELLA:

“-¿Y cómo consigues vivir en París?
- No vivo…
- ¿No había trabajo por aquí?
- No. Nada interesante. Pero si algún día tengo hijos, te juro que no dejaré que crezcan entre los coches, eso sí que no… Un niño que no tiene un par de botas, una caña de pescar, y un tirachinas, no es un niño de verdad. ¿Por qué sonríes?
- Por nada. Porque me pareces muy lindo.
- Preferiría parecerte otra cosa…
- Tú nunca estás contento.
- ¿Tú cuántos querrías?
- ¿Cómo?
- ¿Cuántos niños?
- Eh… - se quejó Camilla-. ¿Lo haces aposta o qué?
- Oye, tía, ¡que no me refería a que tuviera que ser conmigo!
- No quiero niños.
- ¿Ah, no? –preguntó, decepcionado.
- No.
- ¿Por qué?
- Porque no.
La agarró por el cuello y la obligó a acercarse a su oído.
-Dime por qué.
- No.
- Sí. Dímelo. No se lo diré a nadie…
- Pues porque si me muero, no quiero que se quede solo…
- Tienes razón. Por eso hay que tener montones de niños… Y además, ¿sabes una cosa…?
La abrazó aún más fuerte.
- Tú no te vas a morir… Eres un ángel… Y los ángeles no se mueren nunca…
Camilla estaba llorando.
- ¿Pero qué te pasa?
- No, nada… Es que me va a venir la regla… Me pasa igual todas las veces… Me pongo triste por todo y lloro por cualquier cosa…
Sonreía entre lágrimas y mocos.
- ¿Ves como no soy un ángel?”



[Juntos, nada más. Anna Gavalda]

domingo, 10 de agosto de 2008

Nadie más

NADIE MÁS
Me gusta contar las palabras y hacerlas bailar para ti en tardes como esta en que de no ser por la cercanía del mar nadie podría vernos aquí. De todos modos, nunca pasa nadie por este abandonado rincón de la costa gallega. Es un tesoro que hace años encontré e inspeccioné con gran entusiasmo, un lugar escondido y precioso, lejos de cualquier muestra de humanidad.


Aún recuerdo la primera vez que te traje aquí, justo donde ahora estoy yo sentada. Me cogiste de la mano mientras caminábamos juntos entre los árboles y yo sentí un cosquilleo que erizó cada milímetro de mi piel; me daba apuro mirarte así que no lo hice durante largo rato aún mientras seguíamos hablando, luego me arrepentí porque de reojo te observaba y tu sonrisa me estaba llamando, me deslumbraba incluso sin llegar a verla del todo. Tú al principio no confiabas en que yo supiera el camino entre los árboles del extenso bosque, poco a poco yo te fui dando confianza, había recorrido cientos de veces aquel bosque antes de que tú entraras en mi vida, ¿por qué habría de perderme a esas alturas?

Paramos a hacer un descanso. Yo me senté en un tronco grueso y caído en medio de dos árboles muy altos, tú te me sentaste enfrente sin apartar la mirada, sin apartar tu increíble mirada que me hacía estremecer, que me hacía soñar que nadaba en ellos y me encontraba con cangrejos rojos, peces de colores y hermosas sirenas.

Me pediste que te hablase del lugar, yo al principio me negué pues en cosa de una hora lo verías por ti mismo, pero insististe tanto que lo hice y, sólo por ver cuán interesado estabas en mis palabras, no callé hasta estar bien cerca del final del bosque.

A nuestro alrededor, en el último tramo del camino, pudimos ver cervatillos, simpáticas ardillas, alguna pequeña culebra que me hizo apretarte la mano más fuerte… y un sinfín de pájaros que desde lo alto, apoyados en las finas ramas, cantaban para nosotros, sólo para nosotros y para deleite del bosque en su conjunto. Era una sinfonía espectacular, hermosa como sólo la naturaleza puede ser.

Y por fin llegamos, estábamos a 30 pasos y te tapé los ojos con mis manos. Iba guiándote hacia delante, pegada a ti, podía sentir tu calor, tu corazón latiendo muy fuerte, casi lo oía como si estuviera en mi pecho y eso me hacía sentir bien, te sentía tan cerca… ya casi eras parte de mí.

Un último helecho y ya estábamos. La claridad se hizo casi insoportable después de la oscuridad del bosque. Dos pasos más… y ya estábamos. Te aparté las manos de los ojos y los abriste por fin y permaneciste allí quieto, con la boca semi-abierta sin poder cerrarla, con todos los sentidos a flor de piel… escuchando aún a esos pájaros cantar; percibiendo el olor a mar, a hierba fresca, a naturaleza en su pura esencia; observando cada tramo de aquel paisaje para intentar memorizarlo y retenerlo en tu retina para siempre; estremeciéndote con cada soplo de aire que llega a tu piel. Allá abajo la playa virgen con sus rocas, sus pequeñas cuevas, sus increíbles acantilados haciéndola aún más hermosa… la arena fina, el agua clara y azul como tus ojos…
Me miraste, aún boquiabierto, y me cogiste ambas manos para ponérmelas en tu cara, húmeda por las pequeñas lágrimas que brotaban de tus ojos cristalinos. Te aparté las lágrimas, rocé tu mejilla y me enamoré de ti como la primera vez que te vi en la lejanía. Sonreíste y me acercaste a ti, tu boca en mi oído, mi corazón que quería salírseme de la boca, tu piel sufriendo pequeños escalofríos que ni siquiera te molestabas en disimular… y me susurraste al oído “Quiero contar cada palabra a partir de este momento”. Y me besaste.

Por primera vez. Como si el mundo se fuese a terminar en aquel instante, como si el suelo que pisábamos se fuese a desprender de un momento a otro. Me apretaste fuerte contra ti y me abrazaste con todo el calor que eras capaz de dar, un abrazo eterno…

Y ahora aquí estoy, son mis lágrimas las que bañan esta playa cada tarde, recuerdo esas palabras que contamos durante 4 años, cada día, cada noche, cada amanecer, cada anochecer… cada instante que me sumergía en tu mirada y me dejaba llevar.
Tu enfermedad llegó de repente, sin avisar, como todo lo malo… sin dar tiempo a reaccionar y, antes de que nos diésemos cuenta ya nos estábamos despidiendo. “Nunca llevaré a nadie más a nuestro lugar” te susurré antes de besarte por última vez. Me sonreíste y el mundo se hundió bajo mis pies.

Ahora ha pasado un tiempo y cada día vengo hasta aquí, me quedo en el mismo lugar donde nos besamos por primera vez, de pie. Me pongo a recordar tus palabras, las cuento, todas y bailo para ti, porque sé que desde donde estés puedes verme, tú y nadie más, porque nadie más conoce este rinconcito perdido en el mundo, nadie más que tú y yo para siempre.




















DARK ANGEL
8-8-08

[Frase de Jara]