lunes, 27 de abril de 2009

LAS PALABRAS LLEGARON

Las palabras llegaron, como si tal cosa, cuando dejó de buscarlas.

Al principio era un susurro imperceptible a cualquier oído de este mundo, inclusive a los más agudos, era una esperanza callada, un sentimiento tan oculto que ni tan siquiera conocía quien lo guardaba.

Con el paso de las semanas se fue haciendo más audible, la persona que intentaba retenerlo se dio por vencida y dejó de luchar contra su corazón, dejó que su mente se adueñara también de ese secreto.

Así, poco a poco, días tras día, el sentimiento se hizo mayor y tan fuerte que dolía en el pecho al pensar en ello, que era casi imposible de esconder ante las miradas de quienes le rodeaban…

Hasta que un día cualquiera, tal como podría ser el día de hoy, algo explotó en su interior, explotó sin previo aviso, sin orden ni coordenada, pillándole de sorpresa a todo el mundo, incluso a él.

Ruido de golpes en el cristal, Salia se levanta entre asustada e incómoda por el repentino despertar, se acerca sigilosamente a la ventana cuyas persianas dejan entrever que el sol ya ha salido.

Salia nunca fue una muchacha popular allá donde estuvo, ella pasaba desapercibida ante el mundo que la rodeaba, ante los adultos, ante la gente de su edad, ante sus padres obsesionados con su hermano pequeño…

Salia hacía mucho tiempo que había dejado de buscar cualquier indicio de cariño, de apoyo, de amistad, de amor. Se había dado por vencida ante la vida que le había tocado vivir, una vida que pasaba sin pena ni gloria.

Levanta un poco la persiana, esperando que, si fuese un ladrón, ello lo ahuyentaría. Afuera no se oye ya nada, los ruidos contra el cristal han cesado.


Se oye el ruido de una ventana abrirse, Jorge se sobresalta y se tambalea la escalera sobre la que está situado, se tambalea tanto que está a punto de caer y darse un buen golpe contra el suelo.

Una mano caliente le agarra desde la ventana, unos ojos marrones sorprendidos le observan sin entender nada. Retoma su posición sobre la escalera y, con el susto aún metido en el cuerpo, se acerca a su improvisada salvadora.

“Gracias, Salia”
“De nada Jorge”
Y antes de que pudiera preguntar a aquel chico que compartía con ella clase de Literatura Avanzada, al que apenas conocía, qué demonios hacía allí arriesgando su vida una mañana cualquiera del mes de Abril, con el sol recién asomado a un nuevo día…

Jorge se pone de puntillas con cuidado sobre la escalera que sigue sujetándolo y la besa. La besa como si el mundo se fuese a terminar, por primera vez como si fuese la última, y al separarse la mira sorprendido. No pensaba ser capaz de hacerlo, ni pensaba que ella se dejaría besar, y menos aún, que tal y como están ahora, Salia le abrazara tan fuertemente contra su pecho.

“Te quiero” susurra Jorge al oído de la muchacha, y aquellas palabras que nunca pensó que llegaría a escuchar se clavaron en su mente en aquel momento, y en muchos más.